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Papa León XI (1605)
El candidato de los cardenales era César Baronio, pero, habiendo criticado los métodos de la administración española en el sur de Italia, su nombre fue rechazado por el rey. Apoyado por el cardenal Aldobrandini y por los cardenales franceses, resultó elegido Alejandro de Médicis, que reinó pocas semanas.
La Villa Médicis, situada en el Pincio de Roma, sede actual de la Academia de Francia, lleva su nombre. León XI había sido arzobispo de Florencia y amigo de san Felipe Neri (1515-1595). Su elección fue bien acogida por todos, pero falleció en un momento, precisamente, en que Europa entraba en una nueva fase de conflictos y controversias religiosas.
Papa León XII (1823-1829)
En el período que siguió a la paz de Viena (1814-1815), el papa Pío VII (1800-1823) había podido reorganizar sus Estados y firmar varios concordatos con Inglaterra, Francia, Baviera, etc. Tanto la Restauración de los príncipes en la península como la miseria y el hambre que reinaron durante años seguidos en los Estados Pontificios y en el reino de Nápoles después de 1814 provocaron el descontento de muchos, sobre todo de aquellos que habían colaborado con los franceses y se habían dejado conquistar por las ideas de la revolución. Para oponerse al régimen absolutista de los príncipes, pero sobre todo de la clase burguesa, se organizaron en confraternidades políticas y formaron un movimiento que se extendió por toda Italia.
Los Carbonarios y los Güelfos, apoyados por la masonería, organizaron atentados, se reunieron en secreto y planearon la caída de los tiranos. El cardenal Ercole Consalvi (1757-1824), secretario de Estado del papa Pío VII, había tomado severas medidas contra ellos, pero las sectas aumentaban el número de sus fieles y casi todos los jóvenes soñaban con el carbonarismo.
A este movimiento, generalmente anticatólico —al que correspondían en otros países europeos las actividades secretas de las logias—, se oponía con mucho éxito un renacimiento católico en todos los aspectos. En Roma fue reconstituido el Colegio de Propaganda Fide; en 1814 se permitió el regreso de los jesuitas y las misiones funcionaban en todos los continentes.
François-René de Chateaubriand (1768-1848), escritor y exministro para Europa y de Asuntos Exteriores de Francia; Joseph de Maistre (1753-1821), teórico, político y filósofo saboyano, máximo representante del pensamiento reaccionario, opuesto a las ideas de la Ilustración tardía y de la Revolución Francesa; y Louis de Bonald (1754-1840), político, filósofo, escritor y publicista francés, reaccionario y opuesto a las ideas de la Revolución Francesa, publicaron entre 1802 y 1821 sus obras más famosas, defensas apasionadas de la fe y de la Iglesia.
Del Papa, de Joseph de Maistre, había aparecido en 1819. Alemania vivía en pleno romanticismo, cuyo espíritu en general se inclinaba no solo hacia el cristianismo, sino hacia el regreso al seno de la Iglesia. La simpatía de los escritores y artistas alemanes por las bellezas italianas y la obra de los papas otorgaba un tono especial a sus obras. Después de los decenios de persecución inaugurados por la Revolución Francesa y preparados por los filósofos del siglo XVIII, el nuevo siglo amanecía cristiano.
En sus Memorias de ultratumba, publicadas en 1848, Chateaubriand escribía: “El cristianismo es el pensamiento del porvenir y de la libertad humana”.
Las reuniones del cónclave, después de la muerte del papa Pío VII, se caracterizaron por la lucha de los cardenales que querían conservar a todo precio la independencia de la Iglesia ante los príncipes, los “zelanti”, y el grupo llamado “de las Coronas”, que representaba una tendencia menos rígida ante la intromisión de los soberanos europeos. Después de varias reuniones e infructuosas votaciones, fue elegido papa el cardenal Aníbal della Ganga, de sesenta y siete años.
En 1824, el nuevo papa publicó la encíclica del 3 de mayo sobre la indiferencia religiosa y la bula del 27 de mayo sobre el Jubileo de 1825. La encíclica es un documento importante que anuncia las encíclicas que otros futuros papas lanzarían contra el liberalismo. Sus más duros ataques iban dirigidos contra la masonería, considerada como causa del indiferentismo moderno ante la religión.
El Jubileo de 1825, atacado por todos los enemigos de la Iglesia, fue un verdadero triunfo, y Roma demostró al mundo que revoluciones y derrotas no habían hecho más que realzar su prestigio.
En todos los países el cristianismo era objeto de luchas, controversias, polémicas y fervorosas defensas.
En Francia, el Ensayo sobre la indiferencia, de Félicité de La Mennais (1782-1854), filósofo, teólogo católico y político francés —condenado por las encíclicas Mirari Vos (1832) y Singulari Nos (1834), ambas del papa Gregorio XVI (1831-1846), por su pensamiento católico liberal—, y los escritos de De Maistre habían alertado a los espíritus verdaderamente cristianos sobre el peligro del galicanismo (Iglesia Nacional Francesa) y de la indiferencia religiosa.
En Alemania, Johann Adam Möhler (1796-1838), historiador y teólogo católico alemán, publicó un libro sobre la unidad de la Iglesia, a la que consideraba como el único principio vivificante de la sociedad cristiana, mientras en Múnich un grupo de jóvenes escritores y pensadores —dirigidos por Franz Brentano (1838-1917), filósofo y psicólogo alemán, sacerdote secularizado; Friedrich Schelling (1775-1854), filósofo alemán, máximo exponente del idealismo y del romanticismo; y Joseph Görres (1776-1848), escritor y periodista— tomaba posición ante el panteísmo de Georg W. Friedrich Hegel (1770-1831).
En Irlanda, Daniel O’Connell (1775-1847), conocido como El Libertador, fue la figura política más importante en la Irlanda de la primera mitad del siglo XIX y defendía la causa de la independencia de la Iglesia.
En Inglaterra, el movimiento de Oxford preparaba la resurrección católica y la conversión de John Henry Newman (1801-1890), futuro cardenal de la Iglesia Católica. Newman fue teólogo, académico, filósofo, historiador, escritor y poeta católico inglés. Antes fue presbítero anglicano y se convirtió al catolicismo en 1845; como miembro del Oratorio de san Felipe Neri, fue más tarde elevado a la dignidad de cardenal por el papa León XIII (1878-1903). Newman fue una figura importantísima y controvertida en la historia religiosa de Inglaterra en el siglo XIX y era ya conocido a nivel nacional a mediados de la década de 1830. Fue beatificado por el papa Benedicto XVI (2005-2013) el 19 de septiembre de 2010 durante su visita al Reino Unido. Su canonización fue aprobada oficialmente por el papa Francisco el 12 de febrero de 2019 y se llevó a cabo el 13 de octubre del mismo año. El 31 de julio de 2025, el papa León XIV anunció que le conferirá el título de Doctor de la Iglesia.
En Bélgica, incluida en el reino de los Países Bajos y gobernada por Guillermo I (1772-1843), soberano protestante, el descontento era general, y fue el tema de la religión el que sublevó a los belgas en 1830, cuando lograron separarse de Holanda y fundar su propio reino.
En Polonia, la opresión rusa levantó a la población en 1830, pero los rebeldes fueron vencidos por los cosacos y la paz reinó otra vez en Varsovia. Algo parecido, provocado por los mismos métodos de destrucción con fines imperialistas, habría de repetirse en 1944, cuando Varsovia sufrió otra vez debido a los sucesores del zar y a los herederos del mismo imperialismo.
Con España las relaciones habían empeorado, ya que, después de la independencia de los países americanos, el papa nombraba a los obispos sin consultar con la corte de Madrid.
Los Estados Pontificios fueron presa del descontento y de varias represiones, debido sobre todo a la severidad con que un legado pontificio castigó a los infractores de la ley. Los judíos fueron sometidos a la Inquisición, y el gueto de Roma fue saneado y modernizado. Pero muchos judíos, asustados por las medidas, abandonaron la ciudad.
León XII no fue un papa popular, a pesar del Jubileo y de la actitud firme que supo adoptar ante los soberanos. Fue el papa de la “Santa Alianza”, creada en Viena, que favoreció a los soberanos e ignoró los derechos de los pueblos. La Santa Alianza, formada poco después del Congreso de Viena (1814-1815) —reunión de las potencias europeas para establecer un nuevo orden político y territorial tras la derrota de Napoleón—, fue una alianza militar entre Rusia, Austria y Prusia destinada a mantener el orden absolutista y reprimir movimientos liberales y revolucionarios. Ambos están ligados a la Restauración y a la lucha entre el Antiguo Régimen y las nuevas ideas liberales surgidas de la Revolución Francesa.
El gran mérito de León XII, a pesar de sus errores, fue haber coincidido con el movimiento de renovación espiritual del catolicismo y haber sabido comprenderlo y apoyarlo.