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Queridas hermanas y hermanos en el Señor:
Estamos en el Mes de la Familia. La familia es la escuela de la vida, donde el ser humano llega a ser persona, es decir, un ser que se define por sus relaciones interpersonales dentro de una comunidad donde se dan derechos y deberes recíprocos.
El futuro de una persona se gesta en la convivencia familiar, donde se desarrollan las modalidades básicas del amor humano: la paternidad y la maternidad, la filiación (el ser hijos), la fraternidad (el ser hermanos) y la libre elección del otro u otra, según sea el caso. Estas modalidades están llamadas a convertirse en amistad cultivada con esfuerzos inteligentes y pacientes. Con razón se dice que la familia es una escuela de educación.
Los colegios y las universidades solo instruyen, informan e ilustran, pero no educan en el sentido pleno, pues se sitúan en un ámbito más abierto y, a veces, están a merced del ambiente y del entorno cultural reinante, que siempre influye. Estas instituciones solo potencian y ayudan a que crezcan y se desarrollen los valores asimilados y aprendidos en el hogar. Con todo, la tarea de educar de los padres es algo ineludible e irrenunciable.
El hacerse hombre del Hijo de Dios no fue, por ejemplo, algo instantáneo, sino que fue un largo proceso en el que desempeñaron un papel formativo importante María y José, junto con los parientes cercanos de Jesús, que vivieron bajo el mismo techo y crecieron con Él. Jesús vivió las relaciones familiares con María y José.
El rol de la familia en el proceso de hacerse cristiano un niño o una niña es importante e indispensable: no basta el Bautismo, sino que se requiere un ambiente que favorezca un estilo cristiano en la asimilación y vivencia de los cuatro amores mencionados más arriba, y que permita comprenderlos a la luz del amor que Dios nos tiene a todos.
Si en la familia no se fomenta la conciencia de que todos tenemos responsabilidad en el clima de egoísmo en que a veces se vive, y de que todos tenemos necesidad de recibir perdón y de otorgarlo, no habrá un cambio real en la sociedad.
Valores que se aprenden en el seno familiar son la tolerancia, el amor, la unidad en la diversidad, la paz, la solidaridad, la acogida, el refugio, el respeto, la fidelidad, la austeridad, la confianza y el pudor.
La familia es un santuario y un espacio sagrado. Es una tarea, un desafío para el hoy y para el mañana. Se debe cuidar la familia.
Algunos cimientos de una familia cristiana son la fe en Dios y la oración, porque la familia que reza unida permanecerá unida; el culto a la verdad y a la sinceridad (transparencia), en oposición a la mentira y al engaño; la generosidad, el trabajo y la castidad.
¿Cómo mantener la familia cristiana? Cultivando el silencio, admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para todos nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto y tantas voces de nuestra ruidosa y agitada vida moderna. Aprendamos el recogimiento y la interioridad; estemos siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros.
Aprendamos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio y la meditación, de una vida interior intensa y de la oración personal que solo Dios ve. Aprendamos a reconocer los errores propios, a perdonar y a pedir y recibir perdón; a tener sentido de la responsabilidad, capacidad de abnegación, paciencia y espíritu de sacrificio y de servicio, lealtad, esfuerzo y humildad.
Los saluda y bendice su párroco,
Juan Debesa Castro