"Unidos en Cristo para Evangelizar"
30 de Octubre de 2025
Solemnidad de Todos los Santos
 



La santidad consiste en hacer extraordinariamente bien lo ordinario de cada día, y no en hacer cosas raras o extraordinarias.

Queridas hermanas y hermanos en el Señor:

La Fiesta de Todos los Santos se remonta al siglo IX y fue concedida por el papa Gregorio IV (827-844) al emperador Ludovico Pío, llamado también Luis el Piadoso (814-840), sucesor de Carlomagno (800-814).

Los santos son mujeres y hombres de nuestra misma condición, especialistas en el amor. Son finamente sensibles para percibir la bondad de Dios y de todas las personas.

Celebrar en una misma solemnidad a todos los santos es celebrar a la Iglesia triunfante del cielo, que junto a la Iglesia militante de la tierra y con la Iglesia que se purifica en el purgatorio, forman la Comunión de los Santos. Es decir, armoniza con el sentido de la Iglesia, que por esencia es comunidad, que vive unida por el amor.

Los santos son modelos seguros, puntos de referencia cercanos, personas que han vivido en nuestras mismas circunstancias —tal vez conocidas o no—, pero que han seguido a Cristo con un amor extraordinario. Es bueno proponer santos cercanos, para desmitificar lo inalcanzable de la santidad, que es para todos, como lo dice el Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, capítulo V. La santidad consiste en hacer extraordinariamente bien lo ordinario de cada día, y no en hacer cosas raras o extraordinarias. Se trata de alabar a Cristo, que ha hecho maravillas en los santos, y luego recibir estímulo y ejemplo para imitarlos en su generosidad.

Celebramos a todos los bienaventurados (felices, dichosos) del cielo: a esa multitud de todas las naciones, familias y lenguas, canonizados y no canonizados, conocidos o ignorados… que han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero, como dice la primera lectura del Apocalipsis de san Juan (7,14).

El Evangelio de san Mateo (5,1-12) nos muestra quiénes son los verdaderos sabios: los que tienen alma de pobre, los misericordiosos, los de corazón puro, los que trabajan por la paz, los perseguidos por ser justos, etc. Recordamos en esta fiesta a los que formamos la Iglesia aquí en la tierra, a los que han fallecido en el Señor y a quienes ya se encuentran donde esperamos llegar nosotros, para alabar todos juntos a Dios en la felicidad eterna del cielo.

Los santos:

Saben escuchar.

Hacen cosas buenas, pero no lo pregonan.

Tienen un gran corazón.

Se saben amados por Dios.

No dejan de crecer y de aprender.

Hacen todo con amor.

Caminan y arrastran con su buen ejemplo.

Fracasan a veces, pero no se desesperan.

Ven lo bueno que hay en todo y en todos.

Tienen buen humor y saben divertirse.

A menudo desconectan para contemplar.

Aprenden de las caídas y vuelven a empezar.

Normalmente pasan desapercibidos.

Se aceptan como son.

Encuentran a Dios en su corazón.

Desde el cielo, los santos te dicen:
"Tú lo puedes conseguir". 

 

P. Juan Debesa Castro
Párroco


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