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La Navidad es una fiesta de esperanza y de paz. Es fiesta de alegría y de amor. Noche de paz, noche de amor. La alegría del bien nacido es la alegría de todo el mundo y de los corazones de buena voluntad.
La gloria de Dios ha amanecido en la tierra e inunda con su luz todo el mundo. Jesús se ubica dentro de la historia universal. José y María viajan a Belén presionados por el edicto del emperador Augusto; de esa manera, y por una providencia histórica (conducida por Dios), el nacimiento de Jesús se realiza en la ciudad de David, lo que inmediatamente lleva a pensar en la realización de la promesa mesiánica. La mención de personajes históricos que existieron (el emperador Augusto, el gobernador Quirino) y de eventos conocidos por todos (el censo, el viaje a la ciudad de origen) nos dicen que el Mesías vino al mundo en un momento concreto de la historia universal. Así, la historia humana y la historia de la salvación terminan confluyendo.
Jesús nace en la humildad; su trono son los brazos de su Madre. Jesús comienza su camino en la tierra como ser débil y pobre. El alumbramiento se da en las condiciones más bajas posibles: María y José se van al lugar donde se guarda el ganado, y la cuna del niño solo podrá ser el pesebre donde comen los animales. Jesús nace sin tener un lugar digno para reclinar su cabeza; solo tiene a su madre, quien le ofrece toda la ayuda posible: “lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre” (Lucas 2,7).
Así como sucedía en el mundo antiguo ante los grandes eventos, el nacimiento de Jesús es anunciado solemnemente. Pero, a diferencia de los demás, este anuncio no lo realizan voces de la tierra, sino voces del cielo.
Los destinatarios de la gran noticia son los pastores, representantes del mundo pobre y marginado. El Ángel los invita a la alegría desbordante y anuncia que se trata del nacimiento de Jesús, quien es el “Salvador”, “Mesías” y “Señor”. Esa es la gran dignidad del recién nacido.
Al anuncio del nacimiento de Jesús le hace coro el ejército de los ángeles, representando al mismo Dios en fiesta. El contenido del himno proclama el significado de este nacimiento tanto para Dios como para la humanidad.
La venida de Jesús es una iniciativa del amor misericordioso del Señor, por medio de la cual Él se glorifica a sí mismo dándose a conocer como Dios, es decir, salvando.
La “Paz” es el regalo de Dios para la humanidad: a través de Jesús, Dios concede su paz a todos los hombres. Se trata de una paz que se fundamenta en la “complacencia”, en el amor de Dios.
Jesús viene como el verdadero Príncipe de la Paz, y quien lo recibe en su humildad de niño, en el pesebre, recibe por medio de Él el amor total y definitivo de Dios, que transforma completamente su vida y la hace don para los hermanos, fermento de justicia en la sociedad. El emperador ofrecía una paz basada en el dominio militar.
¡Ha llegado la Navidad!
Esta es la gran alegría de la Navidad: el niño Jesús nos dice con su presencia que somos amados tal como somos, a pesar de nuestros pecados, a pesar de nuestras debilidades; incluso nos ama más por eso. Digámosle a todo el que, en esta gran solemnidad, encontremos en nuestro camino: “¡Vamos, corramos a Belén para que veamos lo que el Señor nos ha manifestado!” (Lucas 2,15).
“Divino Niño Jesús, bendecidnos”.
Les deseo a todos una Feliz Navidad.
P. Juan Debesa Castro