"Unidos en Cristo para Evangelizar"
14 de Noviembre de 2025
La devoción a la Virgen María en la historia de Chile
 



La presencia mariana es signo de esperanza, unidad y amparo espiritual para generaciones de chilenos

Queridas hermanas y hermanos en el Señor.

Hemos iniciado el mes de María y es interesante cómo la devoción a la Virgen se inicia en la piedad de los fundadores de Santiago que, desde los primeros años de la segunda mitad del siglo XVI, levantaron sitios de oración y de culto en la naciente capital del Reino de Chile.

Así, Juan Fernández de Alderete construyó una ermita en el cerro Santa Lucía o Huelén. Doña Inés de Suárez la ermita de Montserrat, junto al cerro Blanco. En el año 1543, se edificó en la Cañada, hoy lo que es la Alameda, la ermita del Socorro. Allí se veneró una pequeña imagen de la Virgen que había acompañado a Pedro de Valdivia desde su salida del Cuzco y que él trajo en la montura de su caballo (notar que es una imagen muy pequeña). Hoy está en la Iglesia de San Francisco de la Alameda.

En el siglo XVII, la devoción a la Inmaculada Concepción de María cobró particular impulso en el mundo hispánico durante ese siglo. El rey Felipe III (1598-1621) se empeñó en obtener de la Santa Sede la declaración dogmática de este misterio, y para avivar en sus vasallos la fe en él, dispuso fiestas en su honor. El Cabildo de Santiago las llevó a cabo en noviembre del año 1618 y decretó en tal oportunidad el adorno de los edificios con tapices, despliegue de milicias, procesiones, juegos de cañas y sortijas, carreras de caballos y corridas de toros. Los jesuitas tomaron una participación en el regocijo, por ser los más entusiastas propagandistas de la devoción que se celebraba.

El culto mariano se acentuó bajo el rey Felipe IV (1621-1665), que en el año 1643 mandó que cada ciudad de América tomara a la Virgen María por patrona bajo la advocación que fuera de su agrado. En Santiago se dividieron las opiniones entre la Virgen de la Merced, la del Socorro y la de la Victoria. El Cabildo, por mayoría de votos, proclamó a la Virgen del Socorro por patrona, pues contaba con mucho arraigo popular. Pero la Real Audiencia y el obispo se pronunciaron por Nuestra Señora de la Victoria y le hicieron una lúcida celebración en la Catedral. La discrepancia agitó los ánimos y se recurrió al arbitraje de la Corte para resolverla. Al final todo quedó en paz, pues uno y otro bando fueron autorizados para celebrar su correspondiente advocación. Una solución salomónica.

A la Virgen se le honra con diversos títulos que tienen su origen, ya sea en algunas circunstancias de la vida, en apariciones reconocidas por la Iglesia (Lourdes, Fátima y Guadalupe, etc.), o en el nombre de lugares en que se le ha venerado especialmente.

Uno de esos lugares es el Monte Carmelo, situado en Palestina, al oeste del lago de Galilea o de Tiberíades. El Carmelo es un lugar que tiene tradición bíblica; desde la cumbre logró, con sus oraciones, el profeta Elías poner término a la sequía que asolaba al pueblo de Israel.

En los primeros tiempos del cristianismo, se instalaron en este monte ermitaños que se dedicaban a rezar y que fueron llamados “carmelitas”. Pronto se formó allí una comunidad religiosa, con su regla de vida aprobada por los Papas, que se extendió por diversos países de Europa.

En el siglo XIII, el padre general de la orden carmelita, San Simón Stock, tuvo en Inglaterra una visión de la Virgen, la que le entregó el escapulario como una señal de privilegio: quienes lo llevaran con fe no morirían sin estar en gracia de Dios.

La devoción al escapulario del Carmen se generalizó muy pronto en todo el mundo cristiano y llegó a Chile con los misioneros españoles que nos trajeron la fe católica. Los padres Agustinos fueron los primeros en organizar entre nosotros una cofradía del Carmen, la que se estableció el año 1603 en Concepción.

La Virgen del Carmen en la historia de Chile

Durante las guerras de la Independencia, después del desastre de Rancagua, el general José de San Martín organizó en Mendoza el Ejército Libertador. Antes de emprender la travesía de los Andes, entregó su bastón de mando a la imagen de la Virgen del Carmen que se veneraba en Mendoza, como símbolo de la sumisión de sus tropas a su obediencia y amparo.

El 2 de febrero de 1817, en vísperas de la decisiva batalla de Chacabuco, el general Bernardo O’Higgins reiteró el juramento de Mendoza, y proclamó ante sus tropas a Nuestra Señora del Carmen como patrona y generalísima del Ejército de Chile. Obtenida esta importante victoria, que permitió a los patriotas recuperar la Independencia del país, los chilenos debieron enfrentar al año siguiente (1818) la llegada de nuevas tropas españolas.

La batalla que se aproximaba sería la decisiva. En los angustiosos días que se vivían, el 14 de marzo de 1818, las autoridades civiles y religiosas y todo el pueblo de Santiago concurrieron a la Catedral a depositar su confianza a los pies de la Virgen del Carmen, y juraron levantar un templo en su honor; este fue el llamado “voto O’Higgins”, en el mismo lugar en que se diera la batalla.

Esta se libró en Maipú el 5 de abril de 1818, y aseguró en forma definitiva la Independencia de Chile. Este es el origen del actual templo de Maipú, y de la tradición que ha unido con especial cariño al pueblo de Chile con la Virgen del Carmen, a la que considera como su madre y protectora.

Al finalizar el siglo XIX, el país debió hacer frente a la Guerra del Pacífico. Allí se puso a prueba la energía y el patriotismo del pueblo chileno. La invocación a la patrona de Chile afloró entonces espontáneamente en todos los corazones. Así, Arturo Prat Chacón murió en la rada de Iquique llevando puesto el escapulario del Carmen. El general Manuel Baquedano González hizo entrega solemne de su espada victoriosa al terminar el conflicto, a la patrona jurada del Ejército de Chile.

El culto a la Virgen del Carmen ha llegado hasta nosotros como una hermosa tradición de nuestra historia, y a la vez como la veneración nacida de un espontáneo y expresivo afecto popular.

En el año 1887, Monseñor Ramón Ángel Jara –autor de la oración a la Virgen del Carmen que han rezado tantas generaciones de chilenos– concibió la idea de levantar un monumento de gratitud a la Virgen, en el propio Monte Carmelo. Con el bronce de cañones del Ejército chileno hizo fundir una imagen de la Virgen, la que –colocada en un monumento de granito– permanece hasta hoy a la vista de los peregrinos que llegan a rezar al monte santo en Palestina. La oración al pie del monumento reza así: “Virgen del Carmen, Reina de Chile, salva a tu pueblo que clama a ti. Da a los chilenos que te veneran amor a la patria y amor a Dios. 16 de julio de 1894”

A comienzos del siglo XX, en 1923, la Santa Sede reconoció el patronazgo de la Virgen, nombrando oficialmente a Nuestra Señora del Carmen Patrona Principal de la República de Chile. Tres años después, el 19 de diciembre de 1926, se procedió a la coronación solemne de la imagen de la Virgen que se conservaba entonces en la Basílica del Salvador, y se venera hoy en la Parroquia del Sagrario, vecina a la Catedral. Una enorme muchedumbre, calculada en 400 mil personas reunidas en la Elipse del Parque Cousiño, hoy Parque O’Higgins, asistió a la misa y a la magnífica ceremonia en la que el Nuncio de Su Santidad el Papa Pío XI, Monseñor Aloisi Masella, coronó a la Virgen del Carmen como Reina de Chile.

En abril de 1987, Su Santidad San Juan Pablo II, en su visita pastoral a Chile, efectuó una ceremonia similar, coronando también la imagen del Carmen que se venera en el templo de Maipú. Lo mismo hizo también, en su viaje apostólico a Chile en enero de 2018, el Papa Francisco.
Nos toca a todos los chilenos rendir nuestra veneración a la Madre del Carmen, en unión con todos nuestros compatriotas, pidiendo para todos la concordia y la paz y los frutos de verdadera prosperidad.

 

Los saluda cariñosamente su párroco

Juan Debesa Castro
Pbro.


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