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Si bien hay muchas advocaciones, nombres y títulos que a lo largo de la historia ha recibido la Virgen María, es importante señalar que siempre se trata de la única persona: la Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia y Madre nuestra.
La Virgen María es figura central en la religiosidad de América y del mundo cristiano y, está presente en todos los países, donde en cada santuario se la honra con advocaciones específicas, heredadas de los misioneros que han llegado a los distintos continentes o aparecidas en la misma tierra en circunstancias milagrosas, como Lourdes, Fátima, Guadalupe, Aparecida o Medjugorje (en este último caso, el Vaticano no ha emitido un juicio definitivo sobre la autenticidad de las apariciones, aunque ha autorizado las peregrinaciones a este lugar).
La Madre de Dios es siempre la misma, pero con distinto nombre, rostro, vestimenta y objetos simbólicos agregados que la incorporan en la cultura y la integran en la identidad histórica de cada nación.
María es la madre cercana y acogedora; a Ella se acude en momentos difíciles, encontrando consuelo y esperanza.
Es la Madre unificadora en la gran diversidad cultural, folclórica e idiosincrática que caracteriza a cada pueblo y nación. Eso es evidente al constatar las multitudes que acuden a venerarla en sus santuarios durante todo el año y de manera especial, en el día de su festividad.
Les deseo un fructífero y esperanzador Mes de María.
Los bendice su párroco,
P. Juan Debesa Castro