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Muy queridas hermanas y hermanos en el Señor:
En el contexto del mes de María iniciaremos este próximo sábado el Tiempo de Adviento, que significa “Venida”, en el que nos dispondremos a celebrar el Misterio de la Venida del Señor en una actitud gozosa hecha de espera y acogida.
El Adviento es un tiempo especialmente agradable. Después del largo período del Tiempo Ordinario, gusta encontrarse con la novedad de empezar algo diferente y experimentar el empuje espiritual que esta novedad aporta.
Pero también es agradable por más motivos. Lo que significa el Adviento y la espiritualidad que invita a vivir están en un nivel muy cercano a la realidad humana, a la vida de cada día: son, en el fondo, una invitación a vivir nuestra realidad (la de cada uno de nosotros y la del mundo entero) de una manera atenta, intensa, con objetivos claros. El Adviento nos dice: eso que vivimos y eso que viven nuestros hermanos, hombres y mujeres de todas partes, no es solo lo que vemos, o hacemos, o deseamos; es también y sobre todo lo que vive, hace y desea Dios mismo. Porque Dios viene a esta historia y se implica en ella, la vive con nosotros y le pone delante, como objetivos, sus mismos objetivos. Y ya sabemos cuáles son los objetivos de Dios: la luz para todo el mundo, el amor para todo el mundo, la paz para todo el mundo y la vida para todo el mundo.
Celebramos todo esto, y esta celebración nos invita a unas actitudes que quizás podríamos definir así: ir modelando nuestro interior para sintonizar con los objetivos de Dios. Se trata de tener los sentimientos, la manera de ser, la mirada sobre los demás y sobre el mundo que Dios tiene. Las Bienaventuranzas, que leíamos también hace muy poco, el Día de Todos los Santos, describen bien esta manera de ser y esta mirada.
Para hacer este camino de Adviento hay varias ayudas. Podemos resaltar dos:
Una, aprovechar la gran riqueza que nos aportan los textos bíblicos. El leccionario dominical y ferial, las oraciones, los prefacios de las Misas de Adviento y las antífonas son un magnífico alimento para vivir este tiempo litúrgico tan especial y hermoso. Estaría muy bien dedicar un rato a leer estos textos, dejar que penetren, hacer oración de ellos y con ellos, y a invitar a los demás a hacerlo.
Otra, dejarse empapar de lo que tiene de bueno la ambientación navideña que estos días ya comenzará a vivirse por todas partes. Esta ambientación tiene muchos aspectos negativos: el consumismo, la exhibición… Pero también aspectos positivos: las ganas de compartir la fiesta, los obsequios sinceros, los buenos deseos… Estaría bien dejarse empapar de esta ambientación y vivir ahí muy profundamente la presencia del Señor, que viene con todo su amor, en cada persona y en cada acontecimiento, en la Palabra y en la Iglesia.
Y luego está el conjunto de elementos concretos, repetidos cada año, que habrá que tener nuevamente en cuenta: el color morado, la austeridad en el uso de las flores y la música, los cantos, el inicio del Ciclo de Lecturas, la Corona de Adviento y la presencia del profeta Isaías, Juan Bautista y la Virgen María, los tres grandes personajes del Adviento.
La Misa diaria, en lo posible, con su tono más pacífico, puede ayudar a saborear aún más este tiempo.
Finalmente, como sugerencia, se puede leer el Salmo 84 después de la comunión, para vivir lo que este tiempo significa.
Los bendice su párroco,
P. Juan Debesa Castro.