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Se acaba de iniciar oficialmente el papado de León XIV.
Ha sido conmovedor en estas últimas semanas apreciar el interés que suscita la figura del Papa, lo que claramente se explica por tratarse de una figura instituida por el mismo Jesucristo, que nombró a Pedro como primer Papa de la Iglesia.
Aprovecharemos esta columna para insistir en la necesidad de conocer y profundizar en la cátedra de San Pedro, que por su mismo origen está llamada a dar luces que ayuden a la vida de la Iglesia y del mundo para la salvación de las almas.
Durante el siglo XX ocuparon la silla de San Pedro los siguientes pontífices: León XIII (1878-1903); Pío X (1903-1914); Benedicto XV (1914-1922); Pío XI (1922-1939); Pío XII (1939-1958); Juan XXIII (1958-1963); Pablo VI (1963-1978); Juan Pablo I (1978) y Juan Pablo II (1978- 2005). En el siglo XXI han ocupado este lugar Benedicto XVI, Francisco I y el recién asumido León XIV.
En la columna de la semana pasada recordamos la figura de León XIII (1878-1903), conocido colectivamente por la encíclica de 1891, Rerum novarum. Nos remitimos a lo dicho, para continuar con esta reseña general de los papas que, a partir del siglo pasado, han precedido al actual.
Pío X (1903-1914)
José Sarto Sanson nació el 2 de junio de 1835 en Riese. De familia pobre. Su padre, Juan, era cartero y su madre, Margarita, costurera. Fue ordenado sacerdote el 18 de septiembre de 1858. El 4 de agosto de 1903 fue elegido Papa. Murió pocos días después del comienzo de la Primera Guerra Mundial el 20 de agosto de 1914. El 29 de marzo de 1954 fue canonizado.
Su lema pontificio y verdadero principio rector de su gobierno fue: instaurar todas las cosas en Cristo [instaurare omnia in Christo (Eph 1, 10)]¨. Con ese programa buscaba enfrentar la descristianización y la secularización de la sociedad, que ya en esa época se intentaba imponer en nombre de la “modernidad”.
En el proceso de canonización se conocieron varios episodios que revelaban sus virtudes morales y cristianas, en especial, la humildad, la caridad, el abandono en Dios. Allí se conoció que una de sus lecturas predilectas era la Imitación de Cristo (de Kempis) y también su admiración por el Cura de Ars, a quien beatificó durante su pontificado. También se destacó su profunda piedad y su fortaleza para enfrentar los complejos temas que debió resolver.
San Pío X se considera por muchos como un modelo sacerdotal. Su larga carrera como párroco y obispo han llevado a señalar que, en su caso, fue un párroco elegido como Papa. El hecho de haber recorrido todos los estamentos eclesiásticos le daba un conocimiento directo que explica el inicio a una profunda reforma de la curia romana (que se mantenía con la misma estructura desde el siglo XVI). En este sentido, se apunta como un logro la compilación del derecho de la Iglesia, que culminaría en la promulgación del Código de Derecho Canónico, en 1917.
Su figura hasta el día de hoy es objeto de distintos juicios. Para algunos era un pontífice conservador; para otros un gran reformador. Algunos lo califican de reaccionario, otros de revolucionario. Claramente no ha favorecido su figura el intento que han hecho algunos por apoderarse de su imagen, para promover posturas vinculadas al tradicionalismo. Paradójicamente, los que reivindican el nombre de San Pío X se caracterizan por no ser obedientes al papado.
Hay varios aspectos de San Pío X que conviene siempre considerar, entre otros, su empeñó por recordar a los sacerdotes que fueren obedientes, piadosos y entregados a su misión de atención y salvación de las almas. En la Haerent Animo, que corresponde a la Constitución Apostólica sobre la Santidad del Clero (de 4 de agosto de 1908), se lee: “Si el sacerdote descuida su santificación, no podrá ser la sal de la tierra, porque lo que está corrompido y contaminado no puede servir de ninguna manera para conservar otras cosas -, donde la santidad falta es inevitable que entre la corrupción. Así, Jesucristo, continuando la comparación, llama a tales sacerdotes sal sin sabor, que no sirve más que para tirarla y ser pisoteada por los hombres (…)”.
En el plano cultural, le correspondió enfrentar “el modernismo teológico”, corriente propia de la época que pretendía “rejuvenecer la Iglesia” para incorporarla “al mundo moderno”. Formaba parte del credo modernista negar la divinidad de Cristo, minusvalorar los sacramentos y cuestionar la veracidad de la Sagrada Escritura. San Pío X debió salir a la defensa del depósito de la fe de diversas formas, resultando hasta el día de hoy controvertidos el decreto Lamentababili (de julio de 1907). Y luego, el 8 de septiembre de 1907, con la Pascendi dominici gregis, Encíclica donde condena -con gran vigor- al modernismo, al que califica como “síntesis de todas las herejías”.
Respondiendo a los críticos, en el mismo documento, el Papa aclara que los católicos no somos enemigos de la sabiduría y del progreso de la humanidad. Por el contrario, “(…) tenemos designio de promover con todas nuestras fuerzas una Institución particular, en la cual, con ayuda de todos los católicos insignes por la fama de su sabiduría, se fomenten todas las ciencias y todo género de erudición, teniendo por guía y maestra la verdad católica. Plegue a Dios que podamos realizar felizmente este propósito con el auxilio de todos los que aman sinceramente a la Iglesia de Cristo (…)”.
Hay muy buenas biografías de Pío X, como las de Gianpaolo Romanato (Madrid, Palabra 2018), y de la Yves Chiron (Madrid, Palabra 1995).
Autor: Crodegango