"Unidos en Cristo para Evangelizar"
29 de Abril de 2025
No robarás
 


Los cristianos que queremos aportar al bien común tenemos que reflexionar sobre la cruda realidad con la que nos toca convivir...

Son recurrentes las noticias relativas a diversas formas de defraudación, hurtos robos, estafas. Refresquemos la memoria y actualicemos nuestro lenguaje criminológico.

Hace poco tiempo una conocida entidad bancaria sufrió una pérdida superior a los $6.100 millones, por un fraude provocado por dos de sus empleados. Gracias al conocimiento del sistema computacional pudieron traspasar dinero masivamente a través de un “canal” o “carretera” que inyectaba montos de dinero a sociedades creadas para tal efecto, ejecutando esa conducta por años.

Ha sido una constante que la Asociación de Bancos (Abif) comunique anualmente la pérdida de millones de dólares que sufren estas entidades con ocasión de los fraudes con tarjetas de crédito. Dentro de ello se incluye los auto fraudes. Esto último consiste en que las personas o grupos cometen fraude propio manipulando sus propias cuentas para obtener ganancias (acusan transacciones que supuestamente no hicieron, clonaciones, etc.). Para ejecutar esta actividad muchos acuden a tutoriales subidos a internet donde se explica paso a paso cono sacar dinero, desconocer la operación, y luego reclamar al banco para que les devuelva el monto retirado. Un conocido Banco perdió 124 millones de dólares por este fraude, solo en tres meses.

En el lenguaje criminológico, Chile ha aportado voces para explicar conductas delictivas. Así, el término “turbazo” se refiere a asaltos en grupo, generalmente perpetrados por jóvenes, que se caracterizan por la violencia y la intimidación. Este tipo de ilícitos ha ido creciendo en el país y se ha extendido desde establecimientos comerciales como farmacias y supermercados. En el último tiempo se está ejecutando en viviendas particulares. 

Lo anterior no se debe confundir con los “portonazos”, que describe el robo de vehículos en el portón de la residencia de la víctima, mediante intimidación o violencia por parte de los delincuentes, quienes bloquean el paso de la víctima o la sorprenden en lugares oscuros. 

Para que no se incurra en imprecisiones, lo anterior es diferente al “abordazo”, que es otra modalidad en las que un grupo de sujetos que ejecutan el delito se desplazan en autos, identifican a la víctima, principalmente peatones, se bajan y la atacan mediante la interceptación, la intimidan les roban todas las cosas y se van.

Como se puede apreciar, estamos inmersos en una serie de conductas antisociales que infringen una regla básica de la vida social, puesta por Dios en el Decálogo. Como lo sabemos, el séptimo mandamiento de la Iglesia Católica dice "No robarás". Esto prohíbe tomar o retener los bienes ajenos de manera injusta, perjudicando al prójimo. 

El problema que enfrentamos es muy serio, puesto que se trata de conductas que se ejecutan masiva y organizadamente. Aunque cada una de ellas tiene asignada una pena o castigo en los delitos de hurto y robo, fraudes, estafas, claramente ello no disuade a sus ejecutores. Está claro que varios han elegido desafiar a la legalidad y convertir el delito en una forma de vida.

Estas personas que delinquen en algún momento de su vida decidieron abstenerse de aplicar la regla elemental, inscrita en todo corazón humano, que invita a hacer el bien y evitar el mal. De la misma forma, no les interesa vivir bajo la regla, también escrita en todo ser humano, que invita a no hacer a otro lo que no quieras que te hagan a ti.

La pregunta que promueve lo anterior es ¿por qué se llega a esto?

La respuesta puede ser variada. Una evidente es indagar acerca de cómo se enseña la ética. En la historia han existido distintas posibilidades para lograr el perfeccionamiento de los seres humanos enseñando reglas morales y éticas. La más tradicional está inspirada por la filosofía griega, y que consiste en enseñar las virtudes. Ello permite que todos puedan conocer qué es una conducta buena y diferenciarla de una mala. Como todo lo auténticamente humano es siempre cristianismo, el modelo anterior fue “cristianizado” hace mucho, para el bien de toda la humanidad. La educación cristiana desde hace siglos se funda en lo anterior.

Si no se educa en lo que significa el orden moral y la relevancia que ello tiene para la paz social, el problema que vivimos se seguirá acrecentando. La solución no es construir más cárceles y aumentar las penas, puesto eso sólo apunta a sancionar a los que cometen los ilícitos. Aunque lo anterior se debe perfeccionar más todavía, hay un problema de fondo que debemos enfrentar.

Los cristianos que queremos aportar al bien común tenemos que reflexionar sobre la cruda realidad con la que nos toca convivir, donde estamos apreciando que muchos no tienen conciencia de lo que significa la verdadera libertad, que es la que permite ejercitar actos humanos. La falta de una adecuada formación para tantos nos está llevando a una situación límite, que hace difícil que muchos no entiendan y quieran vivir el mandato divino que dice con claridad: “no robarás”.

Los cristianos somos portadores de la conciencia de la libertad, que ha sido revelada por Jesucristo y escrita en el Nuevo Testamento. Tenemos que esforzarnos para que muchos que hoy están cautivos de la esclavitud del pecado logren la auténtica libertad, que es la de los hijos de Dios. 

Autor: Crodegango






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