"Unidos en Cristo para Evangelizar"
12 de Agosto de 2025
A veinte años de la canonización de San Alberto Hurtado
 


Su vida de oración y compromiso social inspira hoy a vivir el Evangelio con celo apostólico

El 18 de agosto celebramos a san Alberto Hurtado S.J., santo chileno canonizado por el Papa Benedicto XVI en octubre de 2005. Este año se cumplen 20 años de ese histórico hecho.

El Padre Hurtado forma parte de la lista de los 53 santos de la Compañía de Jesús, que incluyen, entre otros, a san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y san Luis Gonzaga.

Este chileno ilustre nació en Viña del Mar el 22 de enero de 1901 y falleció de cáncer de páncreas el 18 de agosto de 1952. Huérfano de padre y en mala situación económica, fue ayudado por sus parientes. Estudió Derecho en la Universidad Católica, ingresó a la Compañía de Jesús, se ordenó sacerdote el 24 de agosto de 1933 y retornó a Chile en 1936, después de haber obtenido el grado de doctor en Pedagogía el 10 de octubre de 1935.

El Padre Hurtado tuvo una vida corta, pero muy fecunda.

Su celo apostólico provenía de su intensa vida de oración. Basta examinar sus escritos para advertir que concebía la misión apostólica como fruto de una profunda unión con Dios, a través de la contemplación. A modo de ejemplo, en uno de sus escritos Siempre en contacto con Dios (Ediciones UC, 3.ª ed., 2011, pp. 19-34), se lee:

“El gran apóstol no es el activista, sino el que guarda en todo momento su vida bajo el impulso divino”.

El Padre Hurtado exhortaba a los jóvenes al seguimiento de Cristo, dejando claro que esto no se reduce a una labor de asistencia social. En una conferencia dada en 1941, sobre El porvenir de los jóvenes católicos, señalaba:

“Cuando tengamos una juventud que viva plenamente su cristianismo, entonces podremos reformar la sociedad. Por eso no os canséis de predicar a todos los que se interesan por el bien de su Patria, en el terreno social, político, educacional, que todos esos esfuerzos serán bien pobres si no van animados del Espíritu de Cristo (…)”.

En otro documento, La misión del apóstol, indicaba con gran vigor:

“Las proyecciones del apostolado son inmensamente mayores si consideramos su perspectiva de eternidad. Las almas que se agitan y claman en plazas y calles tienen un destino eterno: son trenes sin frenos disparados hacia la eternidad. De mí puede depender que esos trenes encuentren una vía preparada con destino al cielo o que los deje correr por la pendiente cuyo término es el infierno. ¿Podré permanecer inactivo cuando mi acción o inacción tiene un alcance eterno para tantas almas?” (Ediciones UC, 4.ª ed., 2005, pp. 103-120).

Las enseñanzas de san Alberto pueden ayudar hoy a discernir nuestro voto en las elecciones que se avecinan, considerando el siguiente criterio: “La doctrina social de un hombre es parte de su filosofía moral”. Con ello buscaba denunciar a quienes fomentan la contienda y hacen de la lucha un instrumento de reforma social promoviendo el odio de clases, así como a quienes se cruzan de brazos y se desinteresan del bien común, del progreso social, del bienestar de sus hermanos y promueven una “filosofía abstencionista” (Humanismo Social, vol. 2).

Son muy pertinentes hoy sus palabras sobre la vocación sacerdotal, tema en el que manifestó sus puntos de vista y que conviene considerar, por estar plenamente vigentes:

“El problema de la vocación sacerdotal es un problema cristiano en todo el sentido de la palabra, que interesa no sólo a unos cuantos escogidos, que podrían estudiar su vocación, sino que es un problema de todos los cristianos: problema de los padres que quieran dar educación cristiana a sus hijos; problema de los jóvenes que necesitan un guía en sus años difíciles para que los dirija en sus crisis de adolescencia; problema de los pobres que han menester de un padre que se interese por sus necesidades; problema de los que aspiran a formar un hogar, que necesitarán guías de sus conciencias, directores espirituales; problema de los que no tienen fe, problema que ellos no perciben, pero que por eso es aún más pavoroso, y que necesitan de alguien que desinteresadamente les tienda la mano; problema de los enfermos que buscarán en vano quien les aliente a entrar serenos en la eternidad, y quien consuele a sus parientes y amigos”.

“Toda la vida cristiana está llena del sacerdote, y todos debieran interesarse porque su número sea cada vez mayor y, sobre todo, porque aumenten en espíritu”.

“Santos, pero también muchos, porque la actividad apostólica de cada hombre tiene un límite, y una vez sobrepasado ese límite, sus fuerzas no dan para más… y quedarán los demás sin ningún auxilio en sus necesidades”.

Más desafiantes y actuales son las preguntas que les formulaba en un retiro a un grupo de jóvenes:

“Si Él te llamara, ¿qué le dirías? ¿En qué disposición estás? ¡¡Pide, ruega estar en la mejor!!” (Un disparo a la eternidad, Vida en abundancia, p. 68).

Pidamos a san Alberto Hurtado que interceda por las vocaciones sacerdotales que tanto necesitamos.

 

Autor: Crodegango






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