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El próximo 10 de septiembre se cumplen dos años de un acontecimiento histórico. Por primera vez en la historia de la Iglesia Católica se beatificó a una familia completa: los Ulma.
El matrimonio católico polaco, compuesto por Józef Ulma, Wiktoria y sus seis hijos, más el séptimo en el vientre de su madre, fue fusilado por los nazis en el pueblo de Markowa, Polonia, por haber escondido a ocho judíos.
Estos cristianos de vida corriente se vieron envueltos en una situación extrema, en un contexto históricamente complejo como lo fue la Segunda Guerra Mundial. En plena época de exterminio y persecución, se acercaron a ellos dos familias judías pidiéndoles que los escondieran. Eran los Goldman de Markowa –Golda y Layka con una niña–, y los Szall de ?a?cut, un comerciante con sus cuatro hijos adultos.
Antes del amanecer del 24 de marzo de 1944 llegaron varios funcionarios de la policía a la finca de Józef Ulma, situada a las afueras del pueblo. Poco tiempo después se escucharon los disparos: las primeras víctimas fueron los judíos.
Józef y Wiktoria fueron llevados fuera de su casa y fusilados delante de ella. En medio de la noche resonaron horribles gritos, llantos y las voces angustiadas de los niños que llamaban a sus padres, caídos sin vida en el suelo. El llanto de los pequeños irritó a los asesinos, así que mataron con disparos a todos los niños.
Este hecho familiar ejemplar no quedó en el olvido, como lo atestiguan los miles de peregrinos que acuden a su tumba cada año. En 2003, la diócesis de Przemy?l inició el proceso de beatificación como testimonio de su “amor hasta el martirio”. En 2023, el Papa Francisco los declaró beatos, abriendo la posibilidad de que lleguen a ser canonizados.
Cuando se conoce esta historia, surgen varias preguntas.
En una clase de teología se expuso el caso a jóvenes universitarios para que dieran su valoración sobre esta conducta. Tomando como base que el matrimonio Ulma no desconocía el peligro al que se exponía, atendido lo implacables y despiadados que eran los nazis, no cabía duda de que serían ejecutados si eran descubiertos.
Frente a la pregunta ¿por qué lo hicieron?, se dieron respuestas contradictorias.
Para algunos, se trataba de un acto de evidente fanatismo, que revelaba un apasionamiento desmedido, propio de las personas que tienden a adoptar ideas extremas, especialmente en política o en religión. En su opinión, no había necesidad de arriesgar la vida para proteger a los judíos, puesto que, con seis niños y uno en camino, Józef y Wiktoria ya hacían más que suficiente por el prójimo.
En cambio, otros estimaron que fue un acto de amor al prójimo, que sólo puede darse en personas que aman profundamente a Dios. Este grupo justificaba su respuesta recordando que “la caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios” (CIC 1822). También aludían al Catecismo, que indica que “la práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del ‘que nos amó primero’ (1 Jn 4,19):
«O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda [...] y entonces estamos en la disposición de hijos» (San Basilio Magno, Regulae fusius tractatae prol. 3)” (CIC 1828).
Otro alumno hacía notar que esta conducta no era un acto de justicia. Los Ulma, efectivamente, no les debían refugio ni protección a las familias judías. Cuando decidieron cobijarlas, se trataba de un acto movido por la caridad, de heroico amor al prójimo.
En un mundo marcado por el individualismo, donde cada uno va a lo suyo, este hecho ejemplar de un matrimonio católico debe llevarnos a reflexionar cuánto estamos efectivamente comprometidos con el otro, hasta el punto de arriesgar la vida por él. En vez de mirar hacia el lado, los Ulma cumplieron con el alto ideal evangélico: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13).
Autor: Crodegango