"Unidos en Cristo para Evangelizar"
08 de Octubre de 2025
Un hito en la Iglesia Anglicana
 


Lo acontecido en Inglaterra se explica como una consecuencia de la separación de la Iglesia Católica, iniciada a partir de la Reforma del siglo XVI

Ha sido noticia que en Inglaterra se ha elegido, en la Iglesia Anglicana, a la primera obispa en su historia, quien asumirá el cargo de arzobispo de Canterbury y de líder espiritual y primada de la comunión anglicana.

El nombramiento fue anunciado por el Gobierno británico tras un proceso de selección dirigido por la Comisión de Nominaciones de la Corona, que realizó consultas públicas y contó con la participación de representantes de la Iglesia de Inglaterra y de la comunión anglicana.

El tema tiene importancia para nosotros, puesto que revive la petición de algunos grupos de fieles o de teólogos que solicitan a la Iglesia Católica que permita la ordenación de las mujeres como sacerdotes.

La ordenación de mujeres es promovida por algunos que consideran que la reserva del sacerdocio a los varones es una ofensa a los derechos de la mujer. Para otros, se trata de un asunto que debería abordarse con la lógica igualitarista o de paridad de género, como se hace hoy con los cupos en el directorio de una empresa.

Lo acontecido en Inglaterra se explica como una consecuencia de la separación de la Iglesia Católica, iniciada a partir de la Reforma del siglo XVI. Efectivamente, los anglicanos, en 1994, ya habían admitido mujeres al sacerdocio. En 2014, las Iglesias anglicanas de Gales, Estados Unidos, Australia y Canadá habían autorizado la ordenación de mujeres como obispos. En Suecia, en el año 2020, ya había más pastoras mujeres (1.533) que hombres (1.527); es decir, el 50,1% frente al 49,9%. Desde 1958, en ese país se autorizó la ordenación de mujeres como sacerdotes.

La tradición de la Iglesia Católica en este tema ha sido invariable. El punto 1577 del Catecismo señala sobre el particular:

“Sólo el varón (vir) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación" (CIC can. 1024). El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los Doce Apóstoles (cf. Mc 3,14-19; Lc 6,12-16), y los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (cf. Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem, 26-27; Id., Carta ap. Ordinatio sacerdotalis; Congregación para la Doctrina de la Fe, decl. Inter insigniores; Id., Respuesta a una duda presentada acerca de la doctrina de la Carta Apost. Ordinatio Sacerdotalis).

Al ser el orden sacerdotal un sacramento, la Iglesia Católica no puede concebirlo como un derecho que se deba a las mujeres o a los hombres por razones de justicia. El contenido del sacramento fue fijado por el mismo Jesucristo al instituir el colegio de los Apóstoles.

De igual forma, algunos partidarios de la ordenación de mujeres tienen una visión “profesionalizante” del sacerdocio. Ven este asunto como si se tratara de una carrera u oficio equiparable a las múltiples alternativas que tienen las mujeres para lograr un desarrollo personal y servir en la sociedad en iguales condiciones que los varones. Detrás de esto, lo que se busca son cupos para una carrera funcionaria, sin reparar en que se trata de un sacramento.

Conviene recordar que, como lo explica el Catecismo, “los sacramentos han sido instituidos por el Señor. Los sacramentos son ‘de la Iglesia’ en el doble sentido de que existen ‘por ella’ y ‘para ella’. Existen ‘por la Iglesia’ porque ella es el sacramento de la acción de Cristo que actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen ‘para la Iglesia’, porque ellos son ‘sacramentos [...] que constituyen la Iglesia’ (San Agustín, De civitate Dei 22,17; Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae III, q.64, a.2 ad 3), ya que manifiestan y comunican a los hombres, sobre todo en la Eucaristía, el misterio de la Comunión del Dios Amor, uno en tres Personas” (1117-1118, Catecismo de la Iglesia Católica).

La Iglesia no inventa los sacramentos. Su función, por el contrario, es administrarlos fielmente. No es un capricho conservador que la Iglesia Católica no quiera ordenar sacerdotisas: es que no puede hacerlo.

Nunca será el momento para tomar las ideas de quienes, por no tener sucesión apostólica y haberse alejado de seguir a San Pedro (“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”: Mt 16,18), creen que con el sacerdocio de las mujeres se ayuda a difundir el cristianismo.

Existen varios documentos de la Iglesia Católica que pueden ayudarnos a profundizar en las razones teológicas que explican este asunto: la Declaración sobre la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial, de la Congregación para la Doctrina de la Fe (15 de octubre de 1976, fiesta de Santa Teresa de Ávila); y la Exhortación Apostólica Christifideles laici, del Papa Juan Pablo II (Roma, 30 de diciembre de 1988).

Todos los fieles católicos estamos llamados a profundizar en el contenido de los sacramentos, para no terminar proponiendo soluciones que revelan un profundo desconocimiento de las bases teológicas del sacramento del orden.
 

Autor: Crodegango






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