"Unidos en Cristo para Evangelizar"
13 de Noviembre de 2025
Mejor el abandono que el voluntarismo
 


En tiempos donde el esfuerzo personal y el control parecen ser los pilares del éxito, la fe nos invita a recorrer un camino distinto.

Un asunto de permanente interés debería ser examinar cómo concebimos la voluntad divina. Nos cuesta ver la presencia de Dios en nuestras vidas. Lo anterior se explica por la pérdida, en la vida espiritual, de lo que diferentes autores denominan abandono, para aludir al estado en el que se sustituye la voluntad humana por la voluntad divina en todos nuestros actos.

Una persona que vive el abandono renuncia a la voluntad propia y acepta, por caridad, la de Dios, como algo sugerido por la fe y fundado en la esperanza.

El abandono no supone una pasividad, como lo proponen las religiones quietistas que encaminan a las personas a no querer ni desear nada. El abandono en el cristianismo supone que la persona está en una actitud activa, en una lucha permanente hasta el final de su vida, donde el único objetivo relevante es lograr la santidad.

El abandono supone confiar a Dios toda nuestra vida, de manera íntegra. En los autores místicos del Siglo de Oro español, esta actitud ha sido explicada magistralmente y de manera poética en lo expuesto por San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila.

El primero escribió estos Versillos del Monte de Perfección:
—Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada.
—Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.
—Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.
—Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada.
—Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas.
—Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes.
—Para venir a lo que no posees, has de ir por donde no posees.
—Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres.

No menos expresiva de esta actitud vital es la conocida poesía de la Santa de Ávila:

Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Conviene reparar que estos dos santos tuvieron en sus vidas varios problemas de incomprensiones y persecuciones, incluso dentro de la orden carmelita a la que pertenecían. En 1577, San Juan de la Cruz fue encarcelado en un convento de Toledo durante ocho meses. En 1591 volvió a caer en desgracia y fue depuesto de todos sus cargos religiosos.

A la Santa de Ávila tampoco le faltaron dificultades en su proceso de reforma de las carmelitas, incluida la resistencia de muchas novicias que se oponían tenazmente a los cambios que buscaban superar el relajo de vida de muchas de ellas.

Como lo evidencian estos insuperables poemas místicos, el abandono en las manos de Dios es una clave de la vida espiritual para lograr la paz auténtica, que no significa vida sin problemas.

En nuestra cultura abundan las actitudes voluntaristas, que revelan que, frente a situaciones concretas, estamos dispuestos a actuar sin límites para hacer que prime nuestra voluntad. Es un ejemplo de lo anterior el fenómeno de los “vientres de alquiler”. Aunque cueste creerlo, existe un mercado de la gestación subrogada.

En términos simples, esto supone buscar a una mujer dispuesta a contratar con “otros” para gestar a un niño y darlo a luz. Este tipo de formas de procreación o “constitución de una familia” diluye el vínculo relacional insustituible que es el vínculo del hijo con la madre, que da una identidad al niño.

En el caso de las personas del mismo sexo, esta legislación les permite que su opción vital, objetivamente infecunda, la puedan soslayar mediante el camino de contratar a una mujer que les facilite llevar adelante su proyecto de autorrealización personal, sin ningún límite.

Los que han visto esto como un negocio ganan mucho dinero, pero a costa de estas mujeres y niños, al mismo tiempo que trafican con seres humanos como si ello fuera normal, solo para satisfacer a los que se han convencido de que tener un hijo es un derecho absoluto, sin ningún límite.

Pidamos a Dios que nos dé la gracia que necesitamos para abandonar nuestra vida a sus designios.


Autor: Crodegango

 






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