"Unidos en Cristo para Evangelizar"
02 de Diciembre de 2025
La Carta Apostólica “Diseñar nuevos mapas de esperanza” y nuestro desafío educacional
 


¿Ofrecemos a todos los niños y jóvenes la posibilidad de acceder a una auténtica formación cristiana?

El Papa León XIV acaba de firmar su segundo documento magisterial de su pontificado, una exhortación apostólica sobre la educación, “Diseñar nuevos mapas de esperanza”.

Con ocasión de cumplirse el 60° aniversario de la declaración del Concilio Vaticano II sobre la educación Gravissimum educationis, promulgada por Pablo VI el 28 de octubre de 1965.

Cuando el Concilio Vaticano II promulgó ese documento, en plena Guerra Fría, había muchos gobiernos bajo la férula del comunismo, en la que por su indiscutido carácter totalitario se habían reservado la exclusividad de la educación. La Iglesia reivindicó entonces el derecho de los padres a educar a sus hijos. Lamentablemente no ha desaparecido del todo esa ideología perversa, pero han surgido nuevos desafíos, que el Papa viene a advertir.

Es importante destacar el valor que esta Exhortación asigna a la educación cristiana, advirtiendo que “cada generación es responsable del Evangelio y del descubrimiento de su poder seminal y multiplicador”.

Con gran dosis de realismo el Papa puntualiza que “vivimos en un entorno educativo complejo, fragmentado y digitalizado. Precisamente por eso es sabio detenerse y recuperar la mirada sobre la ‘cosmología de la paideia cristiana’: una visión que, a lo largo de los siglos, supo renovarse e inspirar positivamente todas las poliédricas facetas de la educación. Desde sus orígenes, el Evangelio ha generado ‘constelaciones educativas’: experiencias humildes y fuertes a la vez, capaces de leer los tiempos, de custodiar la unidad entre la fe y la razón, entre el pensamiento y la vida, entre el conocimiento y la justicia. Han sido, en la tormenta, un ancla de salvación; y en la bonanza, una vela desplegada. Un faro en la noche para guiar la navegación”.

Con toda rotundidad se destaca que: “4.2. La formación cristiana abarca a toda la persona: espiritual, intelectual, afectiva, social, corporal. No opone lo manual y lo teórico, la ciencia y el humanismo, la técnica y la conciencia; pide, en cambio, que la profesionalidad esté impregnada de ética, y que la ética no sea una palabra abstracta, sino una práctica cotidiana (…).

Este documento debería hacernos pensar, con el máximo de honestidad posible, si hemos generado en Chile las condiciones para que nuestra juventud tenga la posibilidad de recibir una educación cristiana, como una posibilidad abierta para todos los niños y jóvenes, en general, y no para una pequeña élite que se puede educar en colegios católicos.

Para responder a lo anterior hay que recordar cómo funciona el proceso educativo de la religión. Esto se remonta a la instauración del Estado Docente, surgido al promulgarse, en enero de 1879, la Ley sobre instrucción secundaria y superior. Esa iniciativa fue impulsada principalmente por políticos liberales que, en muchos casos, se caracterizaban por su espíritu anticlerical y contrario al poder que estimaban tenía en ese momento la Iglesia católica en materia de enseñanza. El referido Estado Docente pretendía dar una alternativa ética a la enseñanza de los chilenos, que fuera diferente al que daba la educación católica. De este modo, se buscaba implantar una educación que debía ser arreligiosa, secularizada y controlada por el Estado, el que garantizaría a todos la “neutralidad ideológica”.

El Estado Docente ha tenido en Chile, durante muchas décadas, la posibilidad de promover y alentar una educación “laica”, dentro de los límites que admite la garantía constitucional de libertad de enseñanza. Entonces, para la mayoría de los educandos chilenos, la enseñanza de la religión que imparte el Estado Docente es optativa. Si se elige recibir clases de religión, ella debe ser dada en las horas de libre disposición de la malla curricular (horas no obligatorias).

Es evidente que la forma como ha sido concebida la enseñanza de la religión por el Estado Docente no facilita que los alumnos puedan adquirir los conocimientos elementales en una materia que los puede ayudar en su formación espiritual. En el mejor de los casos, la instrucción religiosa se recibe hasta sexto básico y, a partir de allí, puede llegar a desaparecer completamente, para ser llenada por otros conceptos o ideas que pueden marcar sus vidas.

Obviamente no se trata de imponer la enseñanza de la religión, sino de asegurar que los que quieran tengan la posibilidad de recibir enseñanza de calidad.

En gran medida, el aumento de la incredulidad juvenil, que sistemáticamente se viene constatando, se explica por el diseño de un sistema educativo que no favorece la formación religiosa, sino todo lo contrario.

Este documento del Papa León XIV debería convertirse para los católicos chilenos en una llamada a salir de la inercia y pasar a honrar su título, “Diseñar nuevos mapas de esperanza”, generando los espacios en la educación pública para que se dé la posibilidad real de que nuestros niños y jóvenes conozcan este camino de vida que es el cristianismo.






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